Conscientemente, desde muy temprano, en M+H hicimos una identificación entre la casa y el ser humano que nos ayuda a componer nuestras tipologías y a establecer la relación de la casa con el entorno, tanto en viviendas unifamiliares como en colectivas, con independencia de los condicionantes urbanísticos y volumétricos que en cada caso delimitan las disposiciones posibles.
La consideración de una vivienda de cara a su implantación en general en un lugar, o a su agrupamiento en un esquema colectivo, o simplemente en su coexistencia con otras edificaciones próximas, nos ha llevado a una identificación de la tipología ideal de vivienda con el propio cuerpo humano. Una identificación antropomórfica en la que la casa presenta un frente y una espalda.
El frente está abocado a dirigirse a la mejor orientación de clima y vistas, al sentido descendente de la topografía, a direccionarse hacia el elemento más singular o atractivo del entorno. El frente se identifica con lo interior, con lo cóncavo, con la relación más íntima con el entorno.
Por contra, la espalda tiene un carácter defensivo. Se relaciona con la parte más pública y expuesta del entorno. Asume el frente de llegada, preservando la intimidad en la cara opuesta. Tiene un carácter convexo.
Internamente, esta semejanza nos lleva a preferir disponer las zonas estanciales al frente y los espacios de servicio y acceso a la espalda.
Las fachadas-espalda son más austeras y limitadas de huecos y las fachadas de frente son más abiertas y tienden a complementarse con el exterior a través de la terraza, el jardín o la azotea.